El llamado hombre de hielo,
Ötzi, que vivió hace unos 5.300 años y cuyo cuerpo momificado fue
encontrado en los Alpes en 1991, vestía un tosco calzón hecho de piel de
cabra. Ahora, más de cincuenta siglos después, Cristiano Ronaldo posa
en las vallas publicitarias de medio mundo luciendo unos slips de Armani
fabricados con algodón y elastano, una fibra sintética de gran
elasticidad. Es curioso, pero la historia de la humanidad bien podría
escribirse estudiando el uso de la ropa interior.
Los pañales de tutankamón
Resulta imposible saber con exactitud en qué momento comenzaron hombres y mujeres a ponerse calzoncillos o bragas. Pero las primeras pruebas contundentes sobre el uso de ropa interior propiamente
dicha las encontramos en el Antiguo Egipto. Así, cuando en 1922 se
descubrió la tumba de Tutankamón, entre su ajuar funerario apareció un
pañal de lino que podría considerarse un antecedente de los actuales
calzoncillos. Según el historiador y antropólogo Tim Labert, los
egipcios consideraban al varón superior a la mujer; por eso, la ropa
interior era un atributo exclusivamente masculino. Las mujeres no
llevaban nada debajo de sus vestidos; salvo las concubinas que gozaban
del rango de favoritas y las prostitutas de clase alta, que usaban
primitivas prendas de lencería (tal y como atestiguan las antiguas
pinturas egipcias).
En 1700 a. C. apareció en Creta el que se
considera el primer sujetador conocido de la historia, una especie de
correa que elevaba los senos femeninos aunque no los cubría. Y en la
Antigua Grecia, los hombres (a diferencia de los egipcios) se
deshicieron de los calzones. SegúnTim Labert, era una época en la que se
rendía culto a la belleza masculina, y en consecuencia, a la desnudez
del cuerpo del hombre. La ropa interior quedó como un atributo exclusivo
de los grandes héroes, como Aquiles y sus mirmidones, que, según el
relato de Homero, llevaban una especie de suspensorio que les protegía
los genitales al entrar en combate. Y también de las diosas... Porque
según la mitología griega, Hera, esposa de Zeus, le pidió consejo a
Afrodita, la diosa de la belleza y del amor, para seducir a su marido.
Esta le entregó un ceñidor (una especie primitiva de faja). Así, cuando
Zeus vio a su esposa luciendo aquella prenda bajo su túnica y cómo
afinaba su figura de forma sensual, volvió a caer rendido a sus
encantos.
Bajo la túnica
Fue en el Imperio Romano cuando se generalizó
el uso de ropa interior motivado por una mayor preocupación hacia la
higiene personal. Los hombres debajo de su túnica llevaban una segunda
prenda también larga llamada subucula y se generalizó el uso del subligaculum,
una especie de pañal masculino que cubría toda el área genital y que
los gladiadores hicieron muy popular al lucirlo en la arena del circo.
Las mujeres sujetaban y realzaban sus pechos con las llamadas mamillare o
fascia pectoralis, especie de faja de tejido fino, y el strophium, una
cinta de cuero suave que sostenía el busto. Las féminas de la alta
sociedad utilizaban un a modo de redecilla fabricada con hilos de oro o
plata para sujetar los pechos, y los pezones eran pintados con tonos
dorados, plateados o rojizos, según el gusto y combinación.
Había nacido, al menos entre el sexo femenino, la costumbre de usar
las prendas íntimas como fetiches sexuales. Pero a partir de la Edad
Media, ese espíritu libertino sería cercenado de raíz. Según relata el
historiador Tim Labert: “La Iglesia consideraba el cuerpo humano como
algo pecaminoso que debía ser ocultado; por eso, las licenciosas prendas
de las romanas fueron sustituidas por camisones de cuerpo entero que
las mujeres llevaban debajo del vestido. Aunque es cierto que las de
alta posición los fabricaban con telas de calidad y con elegantes
ornamentos”. Los hombres también usaban largas camisolas para cubrir sus
intimidades, aunque con el tiempo se fueron permitiendo el lujo de usar
una prenda más cómoda y ceñida, el culotte. Curiosamente, con el pasar
de los siglos, ese accesorio ha pasado a ser de uso principalmente
femenino.
La epopeya cotidiana de vestirse
La mujer fue la principal
protagonista del gran cambio en el mundo de la ropa interior. Tras la
Revolución Francesa, según explicó en 1949 la filósofa Simone de
Beauvoir en El segundo sexo: “Se creó una situación paradójica, ya que
se rendía culto al cuerpo femenino pero a la vez se manifestaba una
contradictoria sensación de pudor ante el mismo. Esa paradoja se tradujo
en que las Autoridades prohibieron el uso del corsé, pero las mujeres
optaron libremente por ponérselo porque se sentían más bellas”. Para las
mujeres, vestirse comenzó a ser una auténtica odisea, ya que su
indumentaria habitual incluía varias piezas: camisa, pantalón, corsé,
cubrecorsé, enaguas... Todo, adornado con muchos volados, encajes,
bordados, cintas y lazos. Comodidad no había ninguna, aunque el uso de
estas prendas, especialmente el corsé, se consideraba sinónimo de
distinción (evidentemente, las campesinas no podían usarlo para sus
tareas diarias). Los problemas de salud que provocaba fueron terribles,
aunque hay que reconocer que dicha prenda tenía una inesperada utilidad
como chaleco protector. No en vano, la reina Isabel II de España salió
ilesa de un atentado en 1852 gracias a que su corsé amortiguó la
puñalada que recibió por parte de un revolucionario sacerdote llamado
Merino.
Hubo que esperar hasta finales del siglo XIX para que la lencería
femenina adquiriera un aire definitivamente sexy con la aparición de las
primeras medias de seda y los ligueros. Aunque su uso quedaba reservado
exclusivamente para la intimidad de los dormitorios y para las llamadas
“mujeres de mala vida”.
¿Y los hombres? Pues si las mujeres se
convirtieron en siervas de la seda, los varones acabaron como esclavos
de la lana. A partir de 1880 surgió en Europa el Movimiento para la
Salud con el uso de la Lana bajo los auspicios del doctor Gustav Jaeger,
ex profesor de Fisiología en la Universidad de Stuttgart y fundador de
la Jaeger Company, fabricante de prendas de lana. El doctor Jaeger
proclamaba los beneficios que representaba para la salud el uso de lana
áspera y porosa en contacto con la piel, puesto que permitía “respirar”
al cuerpo. En Inglaterra, este movimiento tuvo partidarios tan
distinguidos como Oscar Wilde y George Bernard Shaw, y durante más de
dos décadas dominó el sector de la confección de ropa interior
masculina.
Pechos con forma de misil
Fue en el siglo XX cuando la ropa
interior, tanto femenina como masculina, comenzó por fin a volverse
cómoda. Las bailarinas Isadora Duncan e Irene Castle fueron dos de las
pioneras en abandonar los corpiños y usar prendas íntimas más ligeras,
casi deportivas. En 1914, Mary Phelps inventó el sujetador moderno, pero
la prenda no se popularizó hasta 1940, cuando la actriz Jane Russell
lució uno realmente espectacular diseñado por ingenieros aeronauticos en
el filme The outlaw. Y tras la II Guerra Mundial, Ida Rosenthal patentó
un nuevo modelo de sostén en forma de copa que hacía que los senos
femeninos adquirieran una forma puntiaguda similar a la cabeza de un
misil. La prenda tuvo mucho éxito entre el personal masculino. Rosenthal
fue, además, la primera diseñadora que fabricó sujetadores de diversas
tallas.
La ropa interior masculina tampoco quedó al margen de los
acontecimientos históricos: los calzones largos hasta casi la rodilla,
que habían sido la prenda interior habitual desde inicios del siglo XX,
se acortaron a raíz de la crisis económica de 1929, cuando la escasez
obligó a fabricar prendas más escuetas y, sobre todo, mucho más baratas,
lo que desembocó en la creación del primer slip en 1934
Breve historia del sostén. (brassier, corpiño, sujetador, soutien, bra, reggiseno,...)
La forma de vestir de cada época, ha decidido la forma que debe tener la ropa íntima.
La
propia evolución de las estéticas de cada momento, han impuesto de
forma decidida qué se había de usar y qué no, tanto en hombres como en
mujeres.
Sin embargo está claro que la morfología femenina, ha requerido artilugios y piezas de ropa interior que ayudaran a modelar la figura. La Historia nos enseña, que el sujetador ha acompañado a las mujeres siempre asociado al concepto estético de cada momento. El
pudor, la comodidad, la seducción, la protección, el estilo de vida o
la distinción, han marcado la función a cumplir del sujetador.
Las primeras en utilizar una pieza que sujeta el pecho fueron las mujeres de Creta unos 1.700 años a. de C,. Con el fin de “sujetarlo”. Entre
las Romanas llevar sujetador, (strophium) significaba no sólo sostener
los pechos sino ser civilizadas, Las mujeres bárbaras no llevaban nada y
los pechos iban libres.
Hay
referencias de prendas muy parecidas al actual sostén, descubiertas en
la restauración de un castillo del Tirol austriaco del siglo XV, donde
se descubrieron unas piezas de ropa interior, que eran usadas o bien por
las damas pudientes de la alta sociedad o bien por "mujeres de vida
facil". Su sentido mas erótico que otra cosa daba a esta pieza un perfil
poco decoroso, por lo que fue mal visto su uso y por lo tanto repudiado
socialmente.
Sobre 1550, Catherine de Médicis, esposa del Rey Enrique II de Francia,
introdujo las tallas ajustadas y los pechos oprimidos con sus corsés,
unos artefactos diseñados para estrechar la cintura de las mujeres desde
12, hasta 32 centímetros, realzando el busto.
Eran muy incómodos y dolorosos. Catalina de Médicis puso en vigor una prohibición a las cinturas anchas para asistir a la Corte Real de Francia en 1550. Así
se iniciaron 350 años de tortura para las mujeres, que vivían con el
diafragma oprimido constantemente por las rígidas varillas de los
corsés.
Los salvainfantes o los miriñaques aprovecharon la estructura rígida de los corsés y unos tirantes, para sostenerse.
La moda de los miriñaques, provocó que
además de las "carcasas" de metal de los corsés, també hubiera carcasas
de metal para "abombar" las faldas.
En
1832, la familia Peugeot, constituyó su empresa y de la fabricación de
hojas de sierra, pasaron también a producir ballenas para corsés y
después miriñaques. En 1897 fundaron la "Société des Automobiles Peugeot".
Tanto
si era verano como si era invierno, el corsé provocaba problemas para
respirar y, con frecuencia provocaba desmayos, pero las mujeres de la
alta sociedad europea lucían una figura entallada y hacían evidente que
no estaban embarazadas y si lo estaban, lo disimulaban.
Por este motivo no era extraño padecer sofocos, problemas menstruales y abortos.
¿Quién inventó el sostén?
Existen
varias versiones sobre quién inventó el sostén, desde los
descubrimientos an el siglo XV hasta la modista Herminie Cadolle, hay un
gran vacío de información. Se le atribuye esta creación a tanto a esta creadora
francesa que en 1889 diseñó una prenda que separaba en dos el corsé y
la pieza que sostenía el pecho. Para que la pieza ganara movilidad, le
incorporó piezas de caucho que aportaban a la espalda mucha movilidad. Herminie Cadolle lo denominó "le bien-être".
En
1893, Marie Tucek patentar una pieza apoyo de pecho; eran dos bolsas
separadas para cada pecho con tirantes que pasaban a los hombros y se
unían con corchetes metálicos
Otros dicen que lo inventó Charles Debevoise el año 1902 o por Philippe de brassiere de donde viene el nombre.Charles Moorehouse creó una pieza que se hinchaba y engrandecía los pechos. Consistía
en unas copas de hule rellenas de aire que sostenían cada pecho, y un
diseño de tirantes, muy cercano a la ropa interior actual.
En 1907, el sujetador aparece mencionado por primera vez en la revista "Vogue".
En
1912, el diseñador Otto Titzling dijo que había diseñado un sujetador
para la cantante Swanhilda Olafsen, en la que se inspiró para el diseño. Otto no patentó su diseño, por lo que perdió la oportunidad de figurar como el creador del sujetador moderno.
Paul Poiret inició la batalla contra el corsé y encontraba ridículas a las mujeres de busto curva y culo prominente. En 1906 diseñó un traje sencillo, entallado directamente bajo el pecho y que caía recto hasta los pies. La nueva mujer del diseñador era modesta, joven y de movimientos descaradamente libres. Bajo sus vestidos se escondía la figura y no un corsé.
Cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial se pidió a las norteamericanas porque den sus corsés metálicas para uso militar (en total 28.000 toneladas de metal). Con todo este metal se construyeron dos naves de guerra.
Pero el primer sostén moderno que se patentó fue invento de Mary Phelps Jacob el año 1914, en la ciudad de Nueva York. Mary,
era hija de Robert Fulton (inventor de la máquina de vapor), y acababa
de comprar un vestido de cocktail para lucir en una fiesta.Se dió cuenta
de que el corsé se le veía y con dos pañuelos de seda y una cinta,
anticipó el sujetador moderno. El 3 de noviembre de 1914 lo patentó.
¿Cómo se dio a conocer?
Si con alguien se le debe la
popularización del sujetador como pieza fundamental para lucir la
sensibilidad femenina, es Jane Russell que en la película "El bandido"
lució el sostén diseñado por los ingenieros aeronáuticos de Howard
Hughes y evidentemente lo popularizó.
El
sostén tal y como lo conocemos, fue la consecuencia del requerimientos
de lo que estaba de moda en la ropa exterior: menos vergüenza, más
seducción, enseñar partes del cuerpo ...
Hasta los años 50, muchas mujeres habían utilizado bandas anchas para suprimir el pecho.
El uso del sujetador se generalizó desde el mismo momento en el que se imitó a las estrellas del cine: La mayoría de las mujeres soñaba con lucir unos pechos misiles y emergentes
Ida Rosenthal, inventa las tallas y las copas. Esta emigrante rusa, afincada en EEUU, combinando su propia experiencia en el mundo de la moda
y los patrones de papel, reunió a las mujeres americanas en categorías
según el tamaño del busto, y creó una línea de sujetadores que realzan
la figura femenina sin importar su edad, desde la pubertad hasta lamaduresa. Introducir
las diferentes tallas de sujetadores por tallas en la copas ya las que
se identificaban por las letras del alfabeto: A, B, C y D.
En Mayo del 69,
las feministas quemaban sujetadores para liberarse de la opresión de
los hombres y de la prisión de sus sujetadores.
Con
la influencia del movimiento beatnik y la moda natural, tuvo cierto
retroceso, recuperado los después, para convertirse en la estrella de la
lencería femenina.
Y entretanto se
sucedieron momentos en los que se escondían o se simulaba tener más de
lo que en realidad se tenía apareciendo las copas, y los rellenos.
Acercarse a las necesidades de la usuaria, ha hecho evolucionar el sujetador: seducción, moda, función, precio, necesidad, ... y por tanto los establecimientos y las maneras de vender.
el sujetador es una icono de la feminidad.
Las motivaciones de compra tienen que ver con las situaciones de uso
· Se ha comprado un sujetador y busca un vestido
· Se ha comprado un vestido y busca un sujetador
· En el embarazo o en período premenstrual se transforma el pecho y necesita un sujetador confortable
· En periodo de lactancia quiere un sujetador para que le ayude.
· En tratamientos de la piel o alergias quiere un sujetador de algodón
... En definitiva, el sujetador es una pieza "de ocasión de uso".
Al
final, cada mujer busca el sujetador que desea, más allá de
recomendaciones o necesidades. Sus emociones pueden más que cualquier
otra consideración.
Polly, la ladrona del sujetador
Éste
es el relato de un robo de terciopelo. La víctima, Pierre Poiret,
diseñador de moda francés, quien en 1907 dio forma al primer sujetador.
La usurpadora, Mary Phelps Jacob, que siete años después patentó la idea
del sostén, arrebatándole a su creador un merecido puesto en la
Historia.
Año
1913. Cae la tarde sobre Nueva York y Polly, la niña consentida de
William Bradford, enriquecido promotor del barco de vapor, se prepara
para una de las lujosas fiestas que ocupan su día a día. Pero esta vez,
Polly, Mary Phelps Jacob, quiere brillar como nunca: ansía generar tanta
envidia como admiración entre los asistentes. Acaba de comprar un
espectacular vestido largo, cuajado de transparencias. Pero un mohín de
frustración se dibuja en su jovencísima cara: el maldito corsé, con sus
opresoras ballenas metálicas, ensombrece la belleza de su fabuloso
escote.Aunque si algo caracteriza a esta jovencita de 22 años es la
testarudez y Mary no se resigna a que el corsé reduzca el impacto que
busca. Así pues, recurre a su doncella francesa, quien le ofrece una
solución, sin saber que su humilde consejo marcará un punto de inflexión
sin retorno en el universo de la ropa interior femenina. Con dos
pañuelos de seda, una cinta y un cordel, Mary sustituye el antiestético
corsé y consigue esa noche ser la reina de la fiesta.
¿Tuvo
acaso ese día la doncella de Mary Jacob un momento de especial
inspiración? Nada de eso. Al parecer y aunque es indemostrable, esta
ingeniosa mujer había escuchado, tiempo atrás, que su compatriota Pierre
Poiret, de quien la Historia no ha conocido apenas más datos que su
nombre, había diseñado una alternativa al corsé, cárcel femenina
secular.
Tras
el éxito arrollador de un invento que Mary se atribuiría sin pudor, las
damas de la alta sociedad neoyorquina comenzaron a hacerle pedidos del
nuevo y liberador artilugio. Mary, encantada de ser el centro de
atención, cumplía encantada con los encargos de esas amigas – rivales
que la adulaban tanto como la envidiaban.
Pero
un día, Mary recibió una oferta inesperada de un desconocido, que le
ofrecía un dólar por cada sujetador que le entregase. Ese día, Jacob
perdió su candidez y reconoció por fin el filón que tenía entre las
manos. Consciente de que podía convertirse en una gran empresaria, se
apresuró hacia la Oficina de Patentes, donde, el 3 de noviembre de 1914,
hizo oficialmente suyo el invento de Poiret, convirtiéndose en una
sofisticada ladrona de ideas. Quizá Jacob conocía la obra de Poiret,
quizá su doncella fue cómplice silenciosa de la usurpación. En todo
caso, lo único cierto es que, bautizándolo como Backless Brassiere
(corsé sin espalda), Jacob se hizo única dueña de un artilugio que
representaba el fin de la tortura del corsé medieval, creado,
curiosamente, por otra mujer poderosa e influyente: Catalina de Medici.
Sorprende que las propias mujeres sean autoras de muchos de los castigos
estéticos que han azotado al género femenino a lo largo de los siglos.
Pero ésa es otra historia.
Volvemos
con la joven Mary, quien siempre presumió de conseguir todo lo que se
proponía. Convertida en toda una empresaria de la corsetería más
rudimentaria, la pequeña Polly creó la marca textil Caresse Crosby. Sus
sujetadores alcanzaron una inesperada aceptación social y los pedidos no
cesaban. Su poder de sujeción era nulo, pero favorecía la moda de
alisar los pechos hasta convertir a las mujeres en muñequitas
andróginas. Con todo, la carencia de estrategias de marketing y
publicidad hicieron del Backless Brassiere una moda pasajera, y la
empresa quebró.
Mary
se vio entonces obligada a vender su negocio y la patente a la Warner
Brothers Corset Company por 1.500 dólares de la época, una miseria en
comparación con los beneficios millonarios que la industria de la
corsetería ha generado desde entonces.
Además,
a la avispada Mary tampoco le acompañó la suerte en este trance, pues
al poco tiempo de vender su negocio, un fenómeno totalmente ajeno a la
industria de la corsetería propició la expansión del sostén más que mil
campañas publicitarias: tras entrar Estados Unidos en la I Guerra
Mundial, el Gobierno hizo un llamamiento para que las mujeres donaran
sus pesados corsés metálicos, con los que se construirían naves de
guerra. Nada menos que 28.000 toneladas de metal pasaron de las alcobas
de las estadounidenses a las fundiciones de la guerra.
Esquilmados
los armarios, era el momento de la renovación y la modernidad, por lo
que las patriotas y abnegadas esposas norteamericanas se lanzaron a la
compra masiva del sostén. Y justo en aquel momento de clímax, la gloria
marchita de Mary Phelps Jacob dio el relevo a otra aguerrida mujer: Ida
Rosenthal, emigrante judía de origen ruso, que encontró en la creación
del inédito tallaje de los sostenes su sueño americano. Tras un
concienzudo trabajo en el que midió el pecho y la espalda de centenares
de mujeres de todas las edades, Rosenthal estableció un sistema de
tallas tan efectivo y práctico que aún hoy sigue vigente.Con todo, ni
Mary Phelps ni Ida Rosenthal habrían pasado a la historia de la
corsetería si Poiret, con escasa visión comercial, no hubiese dado el
primer paso.
BIBLIOGRAFÍA
http://www.quo.es/ciencia/historia/historia_de_la_ropa_interior
http://sosten.blogspot.com.es/2010/07/breve-historia-del-sujetador.html
http://sosten.blogspot.com.es/2007/03/sujetador-sostn-brassier-bra-sputien.html
http://lenceriahistoria.wordpress.com/personajes/mary-phelps-jacobs/